Antes de que Su Yu dijese algo más, Huo Mian ya se había ido, dejando a Su Yu estupefacto y solo en su habitación. ¿Qué fue eso? ¿Estaba intentando provocarlo? ¿Cómo se atrevió a llamarlo inmaduro? ¡Qué mujer despreciable! ¿Acaso deseaba morir?
—¿Alguien vivo allí afuera? Que venga alguno de ustedes, perdedores —rugió Su Yu. Entonces, un guardaespaldas entró.
—Joven Señor, ¿alguna orden?
—¿Recuerdas a la enfermera que acaba de salir?
—Sí—asintió humildemente el guardaespaldas.
—Bueno, memoriza su cara, y no dejes que entre en mi habitación de nuevo.
—Sí señor.
Su Yu presionó la aguja con furia. Su mal carácter era conocido por aquellos a su alrededor. Desde que era niño, otros lo querían de aquí hasta la luna, y ni si quiera sus padres le habían hablado fuerte alguna vez. Sus amigos lo respetaban y consideraban el líder del grupo. Nadie se atrevía a refutarlo, sin importar qué decisión tomase.
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