Tilly estaba en su escritorio, escribiendo una carta secreta dirigida a los habitantes de la Isla Dormida.
Ya que usaría la paloma mensajera, tuvo que reducir el tamaño de la carta y usar el lenguaje más conciso para expresarse.
El contenido no era realmente complicado y podía completarse en dos o tres oraciones, pero, de alguna manera, no podía dejar de escribir. Estaba de un humor incontrolable y se sentía como si estuviera escribiendo un largo manual familiar; dejar que sus pensamientos se volvieran locos era ciertamente algo raro para ella.
Sin embargo, Tilly descubrió inesperadamente que no era un mal presentimiento hacerlo.
Ya que no era una cuestión de vida o muerte, ella decidió ir con este sentimiento.
Las marcas de tinta delgadas humedecieron lentamente la letra, y ella no pudo evitar sentir una sensación de calidez.
Querida Camilla,
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