Isabella bajó un poco la cabeza, esperando su sentencia en silencio.
Roland sonaba tranquilo.
—Debes agradecer a tu propia habilidad, no porque sea única, sino porque no puede matar a nadie. No importa cuán grave sea el acto en el que estés involucrada, como ayudar a Zero a atacarme, solo eres un atacante accesorio. Puedo perdonar tu vida, pero todavía tienes que expiar tu pecado, como los otros que violan la ley.
Las palabras de Roland de alguna manera le quitaron un peso de la cabeza. No le tenía miedo a la muerte, pero tampoco le gustaba.
—Mientras pueda derrotar a los demonios, estoy dispuesta a hacer todo por ti.
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