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¿Qué forma tengo?

Una vez existieron, entre cuatro paredes, dos monstruos que intentaban convivir entre ellos. Uno de los monstruos era de pequeña estatura, su aspecto era un desastre, tenía un físico escuálido y una constitución débil. El otro, por su parte, era cálido y su voz era suave, sin embargo, el pequeño monstruo nunca había sido capaz de verlo, en realidad, desde algún punto de su vida que es incapaz de recordar, él no puede ver nada.

El cálido monstruo siempre acompañaba al pequeño, que era incapaz de recordar un momento sin él, aún así, no todo era bueno, a veces, el segundo monstruo dejaba su aparentemente intrínseca calidez y mostraba su miedo e inseguridades. El interior de "Cálido" no tenía forma, a veces parecía lleno de espinas, como si cualquier palabra fuese a desencadenar una respuesta negativa por su parte. Otras veces, parecía de cristal, como si su propia mente le hiciese daño. Su pequeño compañero pensaba a veces: ¿cómo será su forma? Él podía darse cuenta de lo que sentía, pero era incapaz de ver su aspecto.

El débil monstruo se dio cuenta de que todos conocían su forma, todos eran capaz de verle, pero él no podía verse a sí mismo. Él era realmente inmaduro y pensó que no tenía forma y que, de tenerla, no valdría la pena verla. Decidió entonces preguntar a alguien, una persona capaz de decirle si tenía forma y cómo era.

No obstante, el monstruo no había salido del espacio donde se encontraba desde hacía mucho y no conocía a nadie a quien preguntar. En ese momento pensó en su peculiar compañero, aún así, llegó a la conclusión de que era mejor salir y satisfacer su curiosidad por su cuenta. Cuando pensó que Cálido estaba durmiendo, abrió torpemente lo que parecía una puerta y se dispuso a salir.

-¿Por qué te marchas?- dijo Cálido, tratando de frenar a su compañero monstruo.

-Cálido, ¿qué pasaría si nuestra forma y el concepto de "nosotros", estuviese fuera de estas paredes?-

-Ya me habías dicho esto antes, ¿no lo recuerdas? Fuera hay más monstruos como tú, pero su forma es bella y pasan desapercibidos. Fuiste tú mismo quien decidió esconderse bajo este techo para huir de ellos.-

-Aún así, quiero una forma-

-¿Y qué harás cuando los comentarios sobre tu forma se vuelvan en tu contra?-

-No me importa eso, me marcho igualmente .-

Cerró la puerta, intentando dejar a Cálido atrás, pero el pequeño monstruo no era consciente de que su compañero jamás se separaría de él, por mucho que intente distraerlo o darle alguna forma de entretenimiento, su voz siempre volverá y durante la noche, será la única compañía con la que mantener una conversación.

El pequeño monstruo se convirtió en un gato, un bello y elegante gato negro, que paseaba por las calles junto a un grupo de otros gatos de todos los colores. Había cosas de los gatos que le parecían incorrectas, a veces, por ejemplo, les gustaba jugar rompiendo algún mueble con sus garras o matar algún animalito. Y aunque él se sentía triste, a veces sus compañeros felinos parecían formar un hogar mucho mejor que la habitación blanca donde él vivía . Era en los momentos en los que mejor se sentía cuando Cálido decidía aparecer.

-Ellos te están mintiendo, te odian- decía.

-No es cierto- titubeaba el pequeño felino.

En esos momentos, Cálido le recordaba todas las situaciones en las que se había sentido vulnerable. Y cuando finalmente, el inexperto felino se sintió cómodo con sus compañeros, decidió volver a cambiar de forma, en un intento desesperado de buscar un nombre y un lugar al que pertenecer.

-¿Otra vez cambiando?-

-Sí, lo haré hasta que esté satisfecho, aún no se qué forma tengo.-

-Tienes una forma horrible, tenlo por seguro.-

Era extraño, por mucho que cambiase de forma, no era capaz de ver nada y tampoco podía entender lo que pasaba a su alrededor hasta que era demasiado tarde. El pequeño cambiaformas se dio cuenta entonces, de que Cálido era todo lo que él tenía como ojos. Y aunque Cálido le había ayudado tanto, parecía que cada vez que intentaba moverse, él le frenaba, haciéndole temer cosas en las que no había pensado antes y cuando estaba quieto, volvía su calidez, ya no tenía miedo y volvía a respirar con normalidad, volvía a ser ese monstruo calmado y creativo que siempre había sido.

Y el pequeño volvió a moverse, esta vez, se convirtió en un perro, un gran y cariñoso perro de color gris oscuro. Y de nuevo, encontró un grupo de perros muy diversos, desde el más astuto e inteligente, al más dócil. Con ellos paseaba por la acera, imitándolos en la medida de lo posible. Y, de nuevo, eso no satisfizo su necesidad de una forma. Él era un perro ahora, pero eso nunca fue lo que él quiso.

No pudo encontrarse a sí mismo en los deseos de nadie. Por eso mismo, se quedó quieto, cargando una inmensa mochila llena de frustración y deseos por cumplir.

-¿Volverás ahora?-

-Ya te he dicho que no, si paro ahora; si dejo de moverme, jamás volveré a caminar. Seré incapaz de volver a atreverme a cambiar.-

Tal y como dijo, el pequeño sin forma siguió moviéndose. Esta vez, al contrario que las anteriores, no pudo convertirse en nada. Se juntó con un grupo de seres como él, seres sin forma. Caminó con ellos, intentando imitarlos, pero no había nada que imitar. Ellos eran como él, pero a la vez no. No tenían forma, pero no de la misma manera que él; ellos estaban llenos de matices y él, en cambio, era sólo una máscara vacía. Continuó al lado de estos seres pero Cálido no apareció y el pequeño monstruo tuvo que actuar por instinto. Lentamente, tuvo que aprender a reaccionar y a hablar por su cuenta.

Y el pequeño finalmente pudo abrir sus ojos, se miró por primera vez en el espejo y, al ver su forma, Cálido sonrió dentro de él.