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Capítulo 11 – Consejos

Desperté a oscuras en una habitación que reconocía, en un silencio absoluto. Soñoliento, intenté dormir abrazando mi almohada.

Algo crujió, pero no le di importancia.

Abrí los ojos; Nugu hablaba con un alma, abrazó a su erizo y la hizo desaparecer.

—¿Nugu?

—¡Koly! —Se giró y saltó sobre mí.

Estaba confuso, no entendía su reacción, ni por qué se apegaba tanto a mí de repente.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué llorabas?

Se avergonzó y mantuvo las distancias de mí:

—E-Eso es…, dijiste que me querías… N-No volvías, por lo que fui a buscarte… y ella me engañó con que reencarnaste junto a Mugon —explicó a punto de llorar a cada palabra.

Presentía cuál era la causa.

—Calma. Me refería a que me gustabas como individuo. En las películas de mi mundo era un cliché: algo habitual. Quería decirlo aunque fuera una vez, lo siento si te he confundido.

Quedó en shock a punto de echarse a llorar y convertirse en polvo; intenté calmarla:

—Pero es verdad que me gustas; si no, no dormiría contigo. —La tranquilicé acariciando sus orejas; estaba más calmada, sus lágrimas la hacían preciosa—. Me voy a duchar. Estoy agotado, lo único que hago es dormir; a este paso me convertiré en A.

Asintió y la dejé atrás aclarándose.

Bajé como de costumbre hacia la ducha que estaba al lado de las escaleras. Antes de entrar, oí el grifo de la bañera. Intuí que estaba llenándola para mí; pero que se olvidó de apagar el grifo, por lo que me apresuré.

Por supuesto que mi intuición no siempre es correcta: lo que conseguí es ver a Mugon desnuda; agitada, se agachó tapando sus partes más privadas y me mojó para que saliera. La ducha no tenía pestillo, cualquiera podía acceder a tal privilegio.

—Lo siento, pensaba que Nugu estaba preparando la bañera —confesé saliendo sin prisa.

Al cerrar la puerta, me puse contra ella y me senté exhausto. Nugu bajó ajetreada:

—¡E-Espera, Koly! ¡He olvidado decirte que Mugon está usando la ducha!

—Ya me he dado cuenta, tranquila —confirmé con la ropa empapada.

—¡Menos mal he llegado a tiempo! —respondió aliviada siendo ya tarde.

—Aun si la hubiera visto, tiene un buen cuerpo, no debería acomplejarse —aclaré a la persona que se encontraba detrás para aligerar su carga—. ¿Qué hace aquí?

—Siempre que planeamos ir de compras, viene temprano y le presto la ducha.

—Ya veo… —asentí confuso; nunca consideré a alguien mi amigo ni experimenté esta situación.

—¿Quieres venir con nosotras?

—¿Yo? ¿De compras? —Nugu asintió—. No sé…

—Será divertido, vamos.

Me disgustaba la idea. ¿Cómo considerarlo divertido si no cumple mis objetivos? Sólo quería quedarme ahí tumbado.

Una tenue oscuridad que impregnó el interior despejó mis dudas.

—Prefiero estar aquí… —respondí con la mirada baja.

Sonó su celular y lo miró:

—Mugon quiere que vengas.

—No siento que vaya a hacer algo aun si voy.

—Podemos dejar que cargues las bolsas —sugirió con emoción y brillo en sus ojos.

—No me refería a eso… Sólo quiero descan… —Mugon abrió la puerta y caí como un cadáver.

Se vistió rápido: tanto ella como su ropa estaban mojadas; luego sonrió. Tenía su móvil en mano, era como el de Nugu, pero rojo y con un llavero de un libro marrón.

—¿Qué te pasa? —preguntó extrañada tras verme suspirar.

—Nada… Estoy cansado.

Mugon me ofreció la mano para levantarme. La acepté y me alcé yo mismo con la otra para no causarle problemas.

Nada más hacerlo, me abrazó. No me desagradaba si sólo era eso.

—¿Mugon? ¿Por qué lloras?… —preguntó detrás de mí.

Renegó con la cabeza con una sonrisa, me soltó y se calmó:

«Estoy muy feliz★»

—No te hagas ilusiones, no dije que fuera a ir… —aclaré.

«Vamos, será divertido, hazlo por mí»

—Mi respuesta no cambiará.

…¿Qué tiene de divertido salir de compras con una humana?

«¿Y si te digo que si nos acompañas… haré todo lo que me digas? ★». Esbozó una sonrisa al ver que lo pensaba.

—No quiero nada, creo… Mi no sigue en pie.

«Me podrás pedir lo que quieras★ Cualquier cosa aun si está en mi contra★»

Era la mejor oferta que escuché en mi vida, pero…

—No me gustaría forzarte a hacer algo que no te gusta.

«Si eres tú, no importa lo que sea★»

Sentía que insistía demasiado.

—Lo siento, déjame descansar hoy; tal vez la próxima vez —me disculpé cansado.

Por costumbre, acaricié su cabeza, parecía feliz. Cuando me percaté, aparté la mano y eché la vista a un lado.

—Nugu, aún no tengo el móvil; antes de que os vayáis ayúdame a ir.

—Está bien —dijo embobada.

Los tres fuimos hasta el TIS.

—No siempre estaré para ti, prueba a activarlo con ella —sugirió Nugu que le guiñó el ojo; Mugon, nerviosa, se sorprendió.

—¿No te importa? —le pregunté; se acercó y me abrazó sin titubear—. Soy yo el que lo debe hacer. —Sonreí por la estupidez que cometió y la abracé para conectarlo.

—Ya está. —La solté, pero seguía agarrada—. ¿No hubiera sido más rápido que lo conectaseis vosotras?

—E-Eso es porque… Eh… ¿No dijiste que querías practicar? —pretextó como si se le acabase de ocurrir.

…Eso ya lo sé, pero… Tengo que salir de aquí…

—Bueno, me voy; suéltame, nos vemos después. —Me soltó y nos despedimos con la mano.

Al entrar al TIS, dejaron de verme y caí, apoyándome, hacia la pared.

Era imposible no sentirme a gusto con ese abrazo, tanto que sentí mil puñaladas en el pecho. Era peligrosa y mi debilidad, no estaba enamorado, era reconfortante. No me lo explicaba, era ilógico por mi odio hacia los humanos.

Aun siendo un dios, ¿por qué sentía dolor? Eso me hacía pensar que no eran tan dioses. 

Después de recuperarme, avancé.

Antes de llegar, me encontré un hombre de piel morena de ojos anaranjados que marchaba; era pelirrojo con una coleta larga; usaba dos piercings de caracol azules en la oreja izquierda.

Tenía un colgante de una piedra rojiza con toques suaves de tres cubos maclados; vestía una chaqueta polar abierta azul; debajo de ésta, una camiseta Henley verde acuoso; empleaba unos guantes negros; unos vaqueros que no tapaban la pantorrilla y zapatillas negras.

Le hice un saludo con la cabeza y se detuvo.

—¡Ey, tú! ¿Acaso buscas pelea? —Se acercó y me agarró del cuello de la camiseta.

—Che, calmá. ¿No es correcto ese gesto para saludar en estos lares? —pregunté intrigado.

—Es broma, hombre. ¿Conque eres el nuevo? —Me soltó y metió las manos en los bolsillos; marchando añadió—: Supongo que también te ha llamado. Deja que te dé un consejo. Llévate por sus provocaciones: es lo que más disfruta; una vez lo hagas te dejará marchar. —Sacó la mano del bolsillo y se despidió. Pero antes de desaparecer, dio un último—: ¡Ah, sí! Ten cuidado con las mujeres: hay pocos hombres, se te pueden tirar rápido al cuello.

…Tiene sentido…

—Gracias, lo tendré.

Sonrió satisfecho y se fue.

Al entrar, ella estaba tumbada como de costumbre.

—Toma. —Lanzó el celular hasta mí y lo atrapé en el aire.

—Ten más cuidado, ¿qué hubiera pasado si se me caía?

Era un simple móvil sofisticado negro.

—Tranquilo, es indestructible, tampoco usa batería, muajaja.

—Es más cómodo de lo que imaginaba. Me piro… —Me di la vuelta, pero quedé en el mismo sitio.

—¿Qué sucede? ¿Quieres algo más?

—Ella lo sabe, ¿verdad? ¿Tú se lo contaste?

—¿Qué cosa? Muajaja. —Entrecerró los ojos, estaba seguro de que lo sabía.

—Su cara me sonaba, hasta que me borraste los recuerdos. No sabía quién era por mi apariencia, y no la reconocí porque creció. ¿Por qué los eliminas? ¿Cómo es posible que sea diosa?

—Veo que no tienes intención de irte hasta que te lo cuente…

Salí de mi TIS en el universo de mi diosa: Chiouri; necesitaba quitarme esos grilletes.

La diosa comentó que era una buena oportunidad para entablar relación y que la encontraría haciendo algo interesante. Sobre la explicación de por qué eliminaba recuerdos, parecían patrañas sobre que es el flujo natural del mundo y que no tenía nada que ver.

En la nieve había pisadas de dos personas. Seguí el rastro hasta una choza en la que apenas tenía luz adentro. Las huellas se dirigían detrás de ésta, nada más cruzar la última esquina, vi lo inimaginable. No esperaba tal desenlace: un delicado secreto que podía afectar a la relación de sus compañeros.