Tras caminar unos pocos minutos por el sendero el corazón y las dudas de Abel se fueron despejando mientras el aire fresco del valle no envolvía. Ciertamente, el sendero seguía siendo tan bonito como lo había sido siempre, en algunos tramos bajaba, en otros subía y de vez en cuando uno debía rodar algún arbusto que estaba intentando crecer por arriba del sendero.
Permitiéndole a al viudo recordar los buenos tiempos, mientras disfrutaba de la vida alejada del ruido de la ciudad. No tuvo que pasar mucho tiempo para que Abel pudiera mirar desde la distancia el característico cartel del pueblo de Golden Valley dándole la bienvenida al pueblo.
A primera vista, todo pueblo seguí estando igual de bonito y tranquilo como siempre, tanto las calles estaban completamente desiertas, como las casas del lugar dando la atmosfera que uno venía a buscar al visitar este tipo de pueblos fantasmas. Con curiosidad Abel miro con atención las calles del pueblo, tratando de encontrar a alguno de los turistas cuyos autos estaban aparcados en el estacionamiento, pero lo cierto es que por mucho que prestara atención a los detalles el resultado no cambio el viudo no pudo encontrar a nadie en la distancia.
Lejos de sentirse preocupado a Abel le resulto bastante coherente que así fuera, ya que lo cierto es que tras el largo viaje en moto y la no tan larga caminata por el sendero ahora mismo era bastante tarde y en unas pocas comenzaría anochecer. Como este pueblo había quedado atrás en el tiempo, no había una sola lámpara eléctrica en el lugar y al no haber contaminación lumínica proviniendo de los pueblos cercanos, era más que lógico que las noches en Golem Valley fueran oscuras de verdad, por lo que a no ser que hubiera luna llena y cielo despejado , no sería conveniente recorrer el pueblo de noche. Por tanto, era bastante posible que los turistas que vinieron a visitar el pueblo ya cansado de un día largo recorriendo los rincones ocultos del lugar, decidieran entrar a dormir a alguna de las casas designadas para esa cuestión.
Lo cierto es que no había hoteles en el sitio y parte del atractivo turístico del pueblo fantasma era que uno podía experimentar la vida del antiguo del pueblo durmiendo en las camas de las casas de piedra. Tal y como lo habían hecho Abel y su primera esposa cuando se quedó a dormir en la mansión de los Fisher en su luna de miel.
Pese a ello y aunque los guías limpiaban las casas del pueblo de vez en cuando, era más común preferir pasar la noche en la comodidad de una carpa bien preparada, por lo que no todo el mundo elegía esa opción. Como tal, nuestro protagonista no llevaba una carpa encima y ciertamente solo llevaba su ropa encima, las llaves de la moto y el mapa del pueblo, por lo que el plan de Abel e iba a ser pedirle un cuarto a la vieja guía con la que se había cruzado la otra vez. De tal forma, pasaría la noche y a la mañana del siguiente día con algo más de tiempo pudiera comenzar su exploración y corazón espiritual por el pueblo fantasma.
Siguiendo el sendero, Abel llego hasta la entrada el pueblo y divisó la casa hecha de piedras irregulares y techo de losas disparejas en la cercanía. Sin perder el tiempo, el joven se acercó a la casa para tocar a la puerta, pero para su sorpresa el joven descubrió al tocar la puerta que pese al frío del atardecer la puerta de la casa estaba entreabierta.