1 Calisto

Su pueblo era machista, tanta misoginia qué obligaban a las mujeres a siempre estar de falda, casarse con el primer hombre que les pidiera su mano, tener hijos y nunca trabajar más que en las tareas del hogar y la crianza. A los hombres se les obligaba a tener relaciones sexuales lo más pronto posible para que tengan "experiencia" y además de que estudien y tengan un trabajo, pero que de preferencia les den gran parte del dinero que ganen a la iglesia local

Calisto era uno de los pocos hombres de ese lugar que le desagradan este tipo de leyes, él siempre pensó que ningún destino debía estar atado a esas leyes

Él tenía tres hermanos y cinco hermanas, los cuales siempre debían seguir las normativas a pesar de todo.

Su hermana mayor, de dieciocho años, estaba estudiando duro para poder salir por fin de ese lugar y conseguir un trabajo para poder llevar a todos sus hermanitos a un lugar donde no debían seguir esas normas absurdas.

Para ese plan, debía aplicar en la mejor universidad posible para poder irse sin que la molesten y ahí que sus padres le compren un apartamento qué sea lo más barato posible y así conseguir un trabajo para mantenerse estable económicamente.

De noche, cuando eran más pequeños y sus padres dormían o no estaban y ellos se juntaban todos en una habitación y discutían lo que harían una vez afuera de ese lugar.

Todas esas esperanzas iban aumentando cada vez más cuando la hermana mayor, Ross, estaba estudiando más y más duro para ir a una Universidad de Medicina, la cual solo aceptaba a quienes tuvieron dieces en toda su vida.

Pero eso significaba sacrificar varias cosas y entre ellas estaba sus horas de sueño y su salud mental.

Calisto podía ver como su hermana se iba evaporando, ella estaba perdiendo cabello por el estrés constante, sus amistades le estaban comenzando a dar la espalda y sus hermanos la presionaban para que siguiera así.

Y las cosas parecían estar mejorando, hasta aquellos patéticos días.

**

—¡Calisto! —la voz de una mujer resonó por todo el salón, mientras que el ruido de una regla estrellandose contra un escritorio lo logró despertar.

Él chico se levantó de su asiento, mientras tomaba el libro que tenía en sus manos y comenzó a recitar un poema de la clase anterior:

—¡Oh Flor Febea que traes tu sentellante luz a través de mi dulce desgracia! —intento expresarse mientras ponía su mano en su corazón.

A su alrededor, pequeñas risas comenzaron a resonar y murmullos llenos de burlas comenzaron a esparcirse.

—¡Silencio! —gritó la profesora Silva, golpeando otra vez su regla en su escritorio —¡si oigo hablar a uno de ustedes, estúpidos niños sin cerebro, los suspenderé a todos y cada uno!

Todos se callaron, volviendo a sus libros de resoluciones de matemáticas y comenzando a usar el ábaco para sus problemas.

Calisto seguía aturdido al recién levantarse, hacía mucho que no dormía y su cuerpo le rogaba para seguir descansando en aquel incómodo escritorio.

La profesora se acercó y él intento mantenerse recto, para evitar volver a ser golpeado por ella otra vez en el mismo día.

—Tú, eres hermano de Ross Laskarei. Ella era una alumna brillante y nunca se dormía en mis clases —comentó ella mientras comenzó a caminar —. Brillante para referirse a ella es poco, es mi alumna favorita, ahora está en sexto de preuniversitario, ¿ya sabes a qué universidad va a elegir o si va a aceptar su papel como mujer y se convertirá en madre?

Calisto trago saliva, su hermana mayor le había comentado que tuviera cuidado de no dormir en las clases de esa profesora, dado que era conocida por sus crueles castigos a sus alumnos. También le contó que una vez un compañero de ella le lanzó una pelota de papel y la señora Silva lo llevó al cuarto de castigos, ese alumno nunca volvió a ser el mismo.

—Ella quiere ir a la universidad privada de medicina —optó por decirle la verdad, aunque ya era sabido por la mayoría que Ross haría eso.

—Ah, esa niña y su palabrería de querer salvar a las personas. Supongo que sus sueños se complirán… como sea, señor Laskarei, que sea la última vez que se duerma en mi clase.

Y por arte de magia, ¡la señora Silva siguió con su explicación en el ejercicio de matemáticas que a todos les complicaba!

Sus compañeros a su alrededor miraron a Calisto estupefacto al ver que no le paso nada. ¿Será que Dios se apiadó de él y del horrendo castigo qué debía tener?

La clase siguió extrañamente bien hasta que terminó y tocaba el recreo para la siguiente materia.

—Barbie —un chico le hizo señas para que se acercara a la puerta de su salón.

Calisto ya lo conocía, pero era la persona que menos quería ver en esos momentos, por lo cual se hizo como el que no lo vio y fijó su vista en el ejercicio de matemáticas que no pudo hacer.

Esto obligó al tipo de la puerta a acercarse a él para llamar su atención.

En su interior, Calisto rogaba para que se fuera de una vez por todas y lo dejara en paz.

Pero lo siguió molestando, como si fuera lo más divertido del mundo.

—Barbie, Barbie.

Una chica se acercó, al parecer divertida por el apodo que decía.

—¿Por qué le dices "Barbie" a Calisto, Ray? —al parecer la chica se acercó a él con insinuaciones, pero el chico le importó poco y solo le sonrió para ser amable.

Soltó una risa y mostró sus hoyuelos.

—Es porque puede hacer todo lo que quiere, es genial cómo puede hacer tantas cosas.

Calisto luchó aún más para concentrarse en el ejercicio y no en las palabras de su archienemigo.

Ray y él siempre fueron comparados desde su nacimiento, eran vecinos y sus madres dieron a luz en el mismo hospital, fecha y hora, además de que ellas se hicieron buenas amigas en su estadía ahí.

Sin embargo todas esas palabras de comparaciones entre ellos dos, logró que Calisto odiara a Ray con todo su ser, deseando que una vez que su hermana pudiera llevarlos, nunca más volver a verlo.

—Barbie, mi mamá me dijo que debía ir a tu casa porque ella y mi papá no estarán por toda la noche —se sentó en el escritorio de su archienemigo, cruzó sus piernas mientras se acercaba a Calisto.

Él otro solo pudo ver cómo su cuaderno de matemáticas era aplastado por el culo Ray.

—Estás doblando las hojas.

—No es así, las estoy estirando por ti —replicó en un tono burlón.

Ninguno de los dos se aguantaba, pero de cierto modo se decían bastantes cosas, entre esas cosas estaba el plan de escape de ese lugar de los hermanos Laskarei.

Calisto, a pesar de todo su odio hacia Ray, no podía decir mucha cosa dado que en realidad él era su cuñado. Porque era gay y su pareja era su hermano menor, Dilan, un joven artista de dieciséis años.

Solo se llevaban un año de diferencia, pero eran pareja desde hace cinco años y a pesar de todo, con un poco de peleas entre medio, parecían tan enamorados como la primera vez que se dieron cuenta de sus sentimientos.

Y eso a Calisto le repugnaba, no porque ambos eran gays ni nada por el estilo, pero lo que pasaba era que donde vivían eran tan homofobicos que eran capaces de encerrar a los homosexual adentro de un galpón y solo lo abrirán una vez que mueran.

Los únicos momentos que podían ser una pareja normal (poder abrazarse, besarse y susurrarse cuanto se aman) era cuando los adultos iban a esas "misas" y dejaban a sus hijos mayores como cuidadores.

—Por cierto —Ray habló y se bajó de la mesa para tomar una silla qué nadie estaba usando —quisiera pasar algo tiempo con Dilan, ya sabes, cosas de bros.

Cruzó sus manos en su pecho e intentó lucir nada nervioso, sin embargo su frente sudaba tanto qué precia estar adentro de un horno.

—No creo, él tiene que estudiar química, últimamente su nota estuvo debajo de un siete. Papá dijo que si no lo sube no podrá invitar a su "novia".

Ray frunció el entrecejo, disgustado y sorprendido.

—¿Novia?

—No lo es, pero así se le dicen mis padres a la mejor amiga de él, es Jessica, ya sabes: rubia natural, sonrisa dulce, blanca, está en tu clase de Literatura…

Ray parecía completamente disgustado respecto a que digan que su novio tenía una pareja, esa mirada que tenía fue una señal para que Calisto se callara.

—Pero no importa —continuó, intentando arreglar algo —. Él sigue teniendo un terrible gusto.

Por si no quedaba claro, ese "terrible gusto" se refería a Ray, el cual abrazo a Calisto.

—Eres mi mejor amigo porque siempre sabes como halagarme.

—¡Suéltame!

Pero ninguno de los dos se esperaba lo que vendría ese día.

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